Una afición que cada vez tiene más adeptos es la geobúsqueda (o geocaching): se trata de esconder y buscar objetos con la ayuda de un GPS y de mapas. Como si fuéramos antiguos piratas en busca de un tesoro o jugáramos a un juego de pistas.

La geobúsqueda consiste en esconder objetos (o caches) en el campo o en la ciudad y posteriormente apuntar las coordenadas geográficas de ese punto mediante un receptor GPS y hacerlas públicas (generalmente en webs especializadas) para que otras personas puedan buscarlos. En estos sitios donde se publican las coordenadas, la gente puede entrar a consultar los tesoros escondidos cerca de su casa o bien tener la excusa perfecta para hacer alguna excursión y descubrir un territorio nuevo. Quien encuentra uno de los tesoros, puede llevarse el objeto pero a cambio, debe dejar uno de igual o mayor valor para el siguiente visitante.

Esta actividad al aire libre es ideal para descubrir nuevos lugares con la familia ya que los más pequeños se podrán implicar en el juego de buscar el tesoro. También es una buena actividad de orientación para hacer con el caché o el esparcimiento. Durante la investigación se utiliza primordialmente un receptor GPS, o técnicas de navegación tradicional, para el hallazgo del tesoros. Los típicos caches suelen ser un contenedor impermeable (una fiambrera, un carrete de fotos o un envase de pastillas vacío) que contiene un pequeño tesoro de poco valor económico, como puede ser un libro o un juguete, junto con una hoja o una pequeña libreta, donde quien lo encuentra se registra con su nombre.

Los caches se esconden a conciencia en algún lugar bonito o interesante para el que valga la pena la excursión. Pero una vez allí sólo vale la intuición: el tesoro puede estar bajo una piedra o en el agujero de un árbol. El camuflaje es esencial en los caches de las ciudades, ya que deben pasar inadvertidos en lugares de mucho tráfico. Se llegan a esconder en falsas paredes o bajo plantas de plástico en los parques.

El geocaching tiene pocas normas: quien pone el tesoro debe inspeccionar periódicamente para asegurarse de su integridad y la persona que lo encuentra no puede llevárselo o si lo hace, debe sustituirlo por un objeto similar de poco valor. No hay reglas para el escondite, puede ser en cualquier terreno, incluso precisar buceo o escalada.

El nivel de dificultad de acceso al tesoro especifica en la misma web donde se dan las coordenadas GPS, junto con la información del sitio y alguna pista, muchas veces en forma de enigma. El tesoro también puede tener rompecabezas o criptogramas que si se resuelven, permitirán llegar a otro.

Lo que comenzó como un entretenimiento con un marcado carácter tecnológico, se ha ido transformado con el paso del tiempo en una práctica extendida a multitud de países y con cientos de tesoros en todas partes. En el mundo hay más de un millón cien mil objetos escondidos y en Cataluña tenemos más de 3.000.

 

 

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